¿Crees en la magia?

Te voy a contar algo. Cuando yo era niña, pasaba Reyes aquí en Punta del Este. No recuerdo bien por qué, pero siempre sospechaba que no había ningunos reyes que...

Actualizado en  
¿Crees en la magia?

Te voy a contar algo. Cuando yo era niña, pasaba Reyes aquí en Punta del Este. No recuerdo bien por qué, pero siempre sospechaba que no había ningunos reyes que venían en camellos con regalos. Siempre pensé que eran papá y mamá. Los regalos llegaban a los zapatitos que dejaba en la puerta de mi dormitorio, pero los traían papá y mamá.

Tal vez mi sospecha tenía que ver con que mis padres no actuaban tan bien la llegada de los Reyes Magos por una cuestión de educación religiosa, o con que mi hermano Ale, que era más grande que Sebas y yo, de alguna manera indirecta nos develó el secreto… no sé. Lo cierto es que recuerdo esos días previos tratando de saber cuál sería el regalo que me traerían, y también recuerdo esa noche cuando me iba a dormir esperando que mis padres, al volver de salir (salían todas las noches de parranda), depositaran el regalo sobre los zapatitos tan cuidadosamente elegidos por mí para esa ocasión.

Aún hoy puedo sentir el olor del pasillo de nuestra casa de verano y la sensación de emoción en todo mi cuerpo cuando recuerdo esos días de reyes de la infancia. A la mañana siguiente, yo sí actuaba la llegada de los Reyes, y entre todos los niños y niñas de la cuadra nos mostrábamos el regalo que cada uno había recibido. Éramos muchos, de diferentes edades, pero nadie quería romper el misterio de la llegada de los Reyes Magos a los zapatitos de cada uno en cada casa: ¿habrán ido primero a tu casa o a la mía?, ¿cómo harán para ir a todas las casas del mundo en una sola noche?, ¿y cómo hacen con tantos regalos para que la bolsa no sea tan pesada? ¿Tú dejaste pasto y agua?, en mi casa se tomaron toda el agua pero no comieron el pastito, ¡claro porque el pasto lo comieron en la mía y ya no querían comer más!, ¿alguien los vio?, ¡yo sí! ¡y los escuché cuando abrían la puerta también! Las elucubraciones y creencias de cada uno eran muy contundentes como para poner en duda la magia de esa noche con mis sospechas.

Fui creciendo y un día los Reyes no vinieron más a los zapatitos, pero mi papá nos siguió haciendo regalos de Reyes hasta que se fue de este plano. Mi papá y mi mamá siempre fueron muy generosos con nosotros tres. Tal vez porque no viví una infancia con creencias religiosas, como siempre te cuento, o porque la magia no era un tema habitual, no creía en ella. Yo sabía que había un mundo que no me estaban mostrando porque no formaba parte del menú de las creencias de mis padres.

Un día, cuando me fui de la casa de ellos, empecé a conectarme con mi necesidad de creer en la magia, en la sincronía, en el mundo invisible o sutil, en los ángeles, en Dios. Y así, con la intención de abrirme a lo desconocido, empecé a vivir cosas mágicas. Podría escribir un libro solo de situaciones y momentos mágicos que vengo viviendo desde que decidí estar atenta a las señales que el universo me manda para que yo crea en lo increíble. Hoy no me puedo imaginar un mundo sin magia. Hoy más que nunca creo en los milagros, en lo desconocido, en todo lo que no se ve pero está. Me encanta contarte esto para ayudarte a creer en la magia, si aún no crees, para que prestes atención a todas las señales que te manda el universo y para que no dudes de que te cuidan tus Reyes Magos desde un mundo sutil, invisible a los ojos.

 

 

"Creer en la magia".

Gracias @cecilia.ferreres por esta maravillosa ilustración.

¡Viva la magia!

Publicado en  Actualizado en