¡CHAU A LOS LÁCTEOS!
Cuando decidí dejar de tomar el antiestrógeno me pregunté: ¿qué de lo que como todos los días tiene estrógenos o me los puedes alterar? Si ya no iba a seguir con el tratamiento hormonal, tenía que ocuparme del tema de mis hormonas de otra manera. Por supuesto que además de seguir trabajando para equilibrarme toda yo, dejé las grasas animales y sus derivados. Mientras más leía, más me convencía de que esto era un asunto serio, muy serio. El primer artículo que me abrió los ojos fue el de la profesora Jane Plant, una geoquímica inglesa. Ella tuvo cáncer de mama y a pesar de sus cuatro recaídas se negó a tirar la toalla. Escribió, en el año 2000, un libro llamado Your Life in your Hands (Tu vida en tus manos), en el que cuenta cómo cambió radicalmente la evolución de su enfermedad al haber dejado los lácteos. Mientras estaba enferma se topó con las estadísticas de incidencia de cáncer de mama en China rural: 11 de cada 100.000 mujeres padecía la enfermedad, mientras que en occidente el número era de 90 de cada 100.000. Y hoy se estima que en occidente la incidencia es de ¡1 cada 9 mujeres! Jane se preguntaba por qué las chinas no contraerían cáncer de mama. Y la respuesta no era que China es un país más rural y con menor polución urbana, ya que, por ejemplo, en Hong-Kong, que es altamente urbana, la tasa subía a 34 cada 100.000 mujeres, e incluso así la incidencia seguía siendo mucho menor que en occidente. Las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki tenían tasas similares a las de China, y hay que recordar que son ciudades que fueron bombardeadas en 1945 con armas nucleares, así que además de los cánceres relacionados con la polución, también se esperaría encontrar casos relacionados con la radiación. Pues no, la conclusión de estas estadísticas es impactante. Si una mujer occidental tuviera que ir a vivir a la industrializada e irradiada Hiroshima, reduciría a la mitad su riesgo de contraer cáncer de mama. Jane descubrió que la gran diferencia en las tasas de cáncer de mama entre países orientales y occidentales no está relacionada con una causa genética, sino con la epigenética. La investigación mostraba que cuando chinas o japonesas se trasladaban a occidente, en una o dos generaciones, su tasa de contraer cáncer de mama, se acerca a las tasas de la comunidad que las acoge. Jane y su marido vivieron en China durante un tiempo realizando investigaciones sobre contaminación ambiental, por lo que conocían bien las costumbres alimentarias del lugar. No fue hasta unos años después que se dieron cuenta de que la respuesta era sencilla y había estado frente a sus ojos todo el tiempo: ¡los chinos no consumen productos lácteos!
La leche es causante de una de las alergias alimentarias más frecuentes. Más del 70 % de la población mundial es incapaz de digerir el azúcar de la leche: la lactosa. Esto hizo que los nutricionistas pensaran que esta es la condición normal de los adultos, y no una deficiencia. Quizá la naturaleza está intentando decirnos que estamos comiendo un alimento equivocado, nos cuenta Jane en su artículo. Y concluye afirmando que la relación entre los productos lácteos y el cáncer de mama es similar a la relación entre el cigarrillo y el cáncer de pulmón. Por eso insiste en la importancia de abandonar los productos lácteos para la curación del cáncer de mama. Su convicción de que los productos lácteos pueden causar cáncer proviene de su conocimiento sobre el complejo químico de la leche. Toda la leche humana, así como la de cualquier otro mamífero, es un medio de transporte de cientos de componentes. Es una poderosa solución bioquímica específica para satisfacer las necesidades del joven mamífero ¡de la misma especie! Jane dice: “No es que la leche de vaca sea un alimento malo. Es un gran alimento, para terneros”.
Tanto la leche humana como la de vaca contienen productos químicos que juegan un papel importante en el desarrollo del bebé. Uno de ellos, el IGF-1 (factor de crecimiento insulino símil), estimula a las células a que se dividan y se reproduzcan. El IGF- 1 es biológicamente activo en humanos sobre todo en la pubertad cuando el crecimiento es rápido. En chicas jóvenes estimula el tejido mamario para que crezca y durante el embarazo sus niveles aumentan aún más, en conjunto con los estrógenos y la prolactina, preparando las mamas para amamantar al recién nacido. Pequeñas concentraciones de estas hormonas ejercen un efecto poderoso sobre el cuerpo. Todas estas hormonas están presentes en la leche de vaca. La composición del IGF-1 es prácticamente la misma en la leche humana que en la de vaca, tanto es así que son capaces de activar nuestros receptores. El tema es que los niveles son, naturalmente, más altos en la leche de vaca, como también en la carne vacuna. Y altos niveles de IGF-1 en humanos son considerados un factor de riesgo para el cáncer de mama y de próstata. Hay estudios en mujeres pre-menopáusicas que revelan que aquellas que tienen los niveles más altos de IGF-1 en sangre, corren casi tres veces más riesgo de desarrollar un cáncer de mama, comparado con aquellas mujeres con niveles bajos. Entre mujeres por debajo de los 50 años con niveles altos, el riesgo se multiplica por dos. Otros estudios demuestran que altos niveles de IGF-1 en sangre en los hombres son un indicador importante de cáncer de próstata.
Es interesante saber que recientes medidas para mejorar la producción de leche produjeron aumentos en los niveles del IGF-1 en las vacas. Vale entonces preguntarse, el IGF-1 presente en la leche y en la carne ¿podría causar una división celular inapropiada en quienes consumen altas cantidades de estos productos durante largos períodos de tiempo? ¿podría esta elección alimenticia aumentar la incidencia de cáncer?
Esto no quiere decir que si no tenés cáncer de mama, de ovarios o de colon, por ejemplo, o cualquier otra enfermedad, los lácteos sean buenos…Son malos para la salud en general. Punto.
El doctor T. Colin Campbell, profesor emérito en bioquímica nutricional en la Universidad de Cornell y autor del famoso libro The China Study, es un pionero en la investigación de la relación cáncer-dieta. Descubrió que la proteína más propensa a generar cáncer es la caseína, que representa más del 87 % de las proteínas en la leche de vaca. Nos cuenta que los tipos de proteínas que no promueven el cáncer, incluso consumidas en altas dosis, son las que provienen de las plantas. Por este motivo analizar a la población china, particularmente a los habitantes de zonas rurales, resultaba ideal para estudiar los efectos relacionados con la salud de una dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal. Nos cuenta que en Estados Unidos más del 80 % de las proteínas que se consumen son de origen animal, mientras que en la China rural alcanza sólo el 10 %. El doctor Campbell estima que del 80 al 90 % de los cánceres, enfermedades cardiovasculares, y otras enfermedades degenerativas se pueden prevenir por lo menos hasta edades elevadas, simplemente adoptando una dieta a base de plantas.
Tampoco quiere decir que los lácteos sean los únicos responsables, el cáncer, es una enfermedad multifactorial. Son varias cosas las que hacen que nos enfermemos. Y las emociones, según mi manera de pensar, son la principal causa. Depende de cuáles sean tus puntos débiles, el modo en el que te alimentes, cómo manejes tus emociones, será el tipo de enfermedad con la que te vas a encontrar. ¡Todo suma!
Tomamos leche porque la industria láctea nos lo impone. Porque de la mano de las celebridades convencen a la gente de que hay que consumir lácteos para tener huesos fuertes y estar sanos. Nos convencen de que sus productos son sinónimos de salud. ¿Y si en vez de yogurt nos vendieran brócoli o espinacas, como hacía Popeye, para estar muy fuertes?
Mucha gente consume lácteos sin saber que puede ser causa de: acné, rosácea, sinusitis, eczemas, dolores de cabeza, dolores de articulaciones, inflamaciones, alteraciones en los ciclos hormonales, asma, hinchazón de intestinos y gases, alergias, artritis… ¿Sigo?
Como ya te dije, mi cambio no fue de una día para el otro. Me fui informando y haciendo a la idea gradualmente. Y mi paladar también lo fue haciendo de ese modo. Si me hubieran dado fecha de vencimiento, lo habría hecho de manera tajante y contundente. De entrada dejé los lácteos, excepto mi café con leche de la mañana. Tuve que trabajar duro en eso, ¡pero lo logré! No me pasó lo mismo con el queso ni los yogures, cremas y helados. Voy a contarte este detalle, el queso siempre me constipó.
Igual que la carne y el azúcar. Pero el queso era lo peor. Una noche de pizza o pasta con queso y… ¡una mañana imposible!
La leche animal puede sustituirse por leches vegetales, que son muy ricas. Ya sé que estás pensando que estoy loca, que ese es un trabajo chino. OK. Yo también pensaba eso cuando leía las notas relacionadas con esto. Ahora es parte de mi rutina semanal
en la cocina. Y la felicidad que me da darle a mi hija la leche que hago yo, es casi como cuando la alimentaba con mi propio cuerpo. También podés comprar las leches vegetales ( o como me gusta denominarlas, elixires blancos) en las casas naturistas o super orgánicos. También hay quesos y yogures vegetales. La manteca la podés reemplazar por el aceite de coco, también por manteca de coco. O por el ghee, manteca clarificada muy usada por los hindúes. Si bien esta última es de origen lácteo, se le retira el colesterol por el proceso de clarificado, fue la manera que encontré de sustituir la manteca para Male y Oscar. El puré de papas les gusta con manteca. Yo no la consumo.
A medida que te vayas interiorizando en el tema vas a encontrar reemplazos para todo. Bueh, para casi todo. Es cierto que el queso de rallar no es fácil de reemplazar, pero te aseguro que te acostumbrás ( yo uso levadura nutricional). A mí no me falta el queso, porque nunca me fascinó tanto, pero hay quesos veganos de papa, arroz, tapioca, frutos secos y semillas. Y al final del libro, en las recetas de Silvina, vas a encontrar el rawmesan o parmesano vegano, para que lo hagas en tu casa.
Para que te convenzas si aún no lo estás: El presidente electo del Colegio Americano de Cardiología, el doctor Kim A. Williams, recomienda llevar una dieta vegana. ¡Sí, vegana! Él es vegano desde el 2003, según cuenta en una nota que le hicieron en el New York Times.
Después del destete ninguna especie animal sigue tomando leche porque no lo necesita para crecer ni desarrollarse. Nosotros somos el único animal que sigue tomando leche tras el destete. Esto es antinatural. Más allá de la niñez, la mayoría de las personas deja de producir la enzima lactasa, que es necesaria para digerir la lactosa, el azúcar de la leche.
Te cuento que hasta la Universidad de Harvard, sí Harvard, sacó la leche de la pirámide de alimentación saludable.
Los lácteos aumentan las secreciones de moco tanto en el sistema respiratorio como en el digestivo.
La leche, al igual que la carne, acumula todos los tóxicos con los que estuvo en contacto el animal.
Además, las vacas sufren de mastitis y necesitan antibióticos. Todo eso llega a tu heladera. Si sos mujer y diste de mamar, ¿te acordás cómo se te ponían los pezones? (Si sos varón y no tuviste hijos y no aguantaste a tu mujer sufriendo, usá tu imaginación.) ¡Imaginate lo que pasa con esas pobres vacas todo el día con sus ubres enchufadas a esas máquinas que les sacan la leche, la sangre, la piel…! ¡PUS! ¿Y te imaginás a dónde va todo eso? A tu delicioso café y luego a tu linda pancita.
LA SALUD DE LOS HUESOS Y EL CALCIO
El calcio se almacena en los dientes y en los huesos. Para que el calcio se absorba, hay que tener una cantidad suficiente de vitamina D (entre 50 y 100 ng/ ml). Y te cuento que el exceso de fósforo que hay en los lácteos (como también en los remedios antiácidos, el estrés, los fosfatos de los aditivos químicos, la falta de ejercicio) impide la absorción del calcio. Yo mido mis niveles de vitamina D y además de tomar sol por las mañanas temprano o a última hora del día sin protector solar, tomo suplementos para mantener mis niveles óptimos.
¿QUÉ HACEMOS POR EL CALCIO EN NUESTROS HUESOS?
Hacer ejercicio físico es muy importante. Trabajar con tu propio peso bajo la influencia de la fuerza de gravedad es lo que estimula la formación ósea y la retención de calcio. Yo hago pilates, salgo a caminar, practico yoga y cada vez que puedo bailo como una loca.
Comer con poca sal y poca proteína animal mantiene sanos nuestros huesos. Cuanta más proteína y sal, más calcio orinamos.
Las semillas de sésamo y de amapola son una excelente fuente de calcio, las almendras, el brócoli, las hojas verde oscuro. La cáscara de huevo es otra manera de incorporar calcio a tu cuerpo: se hierve el huevo, se lava bien, se muele bien y se consume una cucharadita de té por día.